El aprovechamiento del coltán ha fomentado el mayor conflicto de la historia moderna de África. Las grandes empresas de los países industrializados llevan más de diez años adquiriendo coltán en la RDC, a pesar de la guerra y la anarquía en el país. Esto las ha convertido en una lucrativa fuente de divisas extranjeras para múltiples agentes estatales y no estatales.
Las luchas por el control de este preciado mineral, sumadas a la debilidad del Estado congoleño, han provocado conflictos y agitación política en el país. La guerra en la RDC ha alcanzado tal grado de complejidad que se ha ganado el sobrenombre de “Guerra Mundial Africana”. En ella se han visto envueltas ocho naciones africanas y 25 grupos rebeldes, y ha causado el índice más alto de muertes desde la Segunda Guerra Mundial.
Los altos precios del mercado provocaron la llamada “fiebre del coltán”. Comunidades enteras en el este de la RDC se vieron envueltas en la explotación de coltán: los estudiantes dejaron las escuelas, y los granjeros y pastores abandonaron sus tierras y ganado para dedicarse a las actividades mineras artesanales. El beneficio fácil también atrajo el interés de numerosos grupos rebeldes, milicias y ejércitos, que pronto empezaron a saquear las riquezas minerales de la zona.
Otro problema muy significativo es que no existen minas de coltán, tan sólo yacimientos, lo que hace extremadamente difícil su extracción. Por ello se utilizan niños esclavos, porque son más pequeños y pueden meterse en las grietas para excavar, incluso a riesgo de quedar sepultados por derrumbamientos. De hecho, se calcula que por cada kilogramo de coltán hay unos 3 ó 4 niños muertos durante la extracción, de ahí el apodo de “mineral sangriento”.
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